La vida de Lyokha no ha sido fácil. Nació en una dacha y en otoño fue llevado junto a su mamá, pero no a casa, sino a un sótano de un edificio. Los residentes antiguos molestaban a los nuevos, y una vez casi fue atacado por perros callejeros. Personas bondadosas intentaron ayudarlo y hasta le encontraron un hogar, pero después de un año, a sus nuevos dueños les dejó de interesar, y nuevamente se volvió un animal sin hogar. Un refugio temporal es mejor que la calle, pero este gato merece una familia amorosa.
Un encantador minimalista
Es un chico modesto, silencioso y tranquilo, que se inclina hacia la contemplación. Ocupa su lugar junto a la ventana y sueña con su propio mundo. No puede resistirse a una caja vacía: se enrolla y se relaja. Solo un juguete con plumas puede sacarlo de sus pensamientos pausados; en esos momentos, su naturaleza felina se apodera de él: habrá saltos, arañazos y emboscadas. Su infancia en el sótano ha dejado huella en su carácter: le teme a los perros y prefiere la compañía de otras gatas. No se impone, aunque no evita la compañía humana. Le gusta estar cerca de la gente, disfrutando del silencio y la tranquilidad.
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